Los focos abrieron un cono de luz en la oscuridad que nos rodeaba. En el interior, el indicador azul, casi violeta, rompió la uniformidad verde del panel frontal. Al mismo tiempo, algunas notas de Mediterráneo quedaron ahogadas por el sonido brusco y sincronizado de la bajada de los pestillos. A través de las ventanillas: una verja interminable. Entre las franjas de vaho que los hilos de calefacción todavía no han conseguido arrancar, la luneta trasera deja ver la más densa negritud. Hacia delante, un solo carril, estrecho, donde dos roderas marcan el camino que otros han seguido antes, primero pegado a un muro, luego bajo un puente, una hilera de farolas, todas apagadas, ahora cuesta arriba, una curva, larga, muy larga, tan larga que parece que hemos vuelto a empezar.
Afortunadamente, las elecciones supondrán la meta de muchos de los socavones, y para eso, ya falta menos.