viernes, octubre 31, 2008

El artista del alambre

Las tardes ya han perdido la estela de luz que dejó el verano, cada vez más cortas, más grises y más frías. Los días se entrenan para convertirse en invierno y ayudarnos a recuperarnos del frenesí que trajo consigo el verano, volvemos a las actividades “extraescolares”, aparecen miles de nuevos proyectos y miles de propósitos que apenas llegarán a ver las luces de navidad.
Y la rutina nos envuelve de nuevo, otra vez pacientes, tratamientos y lidiar con familiares que una vez más conseguirán ponernos entre la espada y la pared. Y como no, volver a mi recién estrenada sensación de impotencia, de no poder llegar a más, de que la tela que entretejemos es tan burda que la enfermedad siempre es capaz de encontrar los poros por los que escaparse, para luego conseguir que la muerte nos gane siempre la partida. Como me dice siempre unos de mis “mayores”, la primero es tener humildad, supongo que se refiere a que llevamos siempre las de perder, y que debo acostumbrarme cuanto antes a esas sensación, que no por habitual dejará de disgustarme. Así que, como funambulistas, nos movemos sobre un fino cable, teniendo siempre presente que a los lados nos espera el más insondable de los vacíos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pasar por el tamiz literario la visión que cada día contemplamos de la vida, ya es un ejercicio cuyo resultado, casi siempre, es bueno. En un libro de filosofía reciente aprendí que el "fatalismo" es una consecuencia de la "necesidad". Por tanto, sólo quienes "necesitan" nunca se dan por satisfechos. Es verdad que la rutina es una losa que aplasta, pero también es una manera de ayudarnos a consolidar nuestros pensamientos y nuestra forma de vivir. La humildad, en efecto, como dices que te dice uno de tus "mayores", es una herramienta imprescindible para comprender que no puedes curar todo y, por tanto, vencer la impotencia de la que hablas. Precisamente, tu profesión es imparable, nunca termina, porque la enfermedad pertenece a la propia naturaleza del ser humano y siempre la tendrás como enemiga. A veces la vencerás, la mayoría, y continuarás adelante, persiguiéndola, sin olvidar nunca que se trata de seres humanos.Así que de vacíos, nada. Tienes una profesión repleta de contenidos. Sólo hay que darse prioridades. Si piensas así, serás un buen médico.

Jarilla dijo...

Sin duda me debí expresar mal, aunque intentemos hacer de esto un trabajo rutinario, es una total utopía. Me refería a que volvemos al trabajo, no a que esto sea siempre sota caballo y rey (de hecho hay días que me gustaría que lo fuera un poco)

Anónimo dijo...

Vale, de acuerdo, sólo te referías a la vuelta al trabajo. Pero aun así sigo pensando lo mismo. Es importante que seas como te describes, estás atenta a lo que ocurre a tu alrededor y obtienes enseñanzas progresistas de las conclusiones. Como se me olvidó decírtelo en el anterior comentario, lo hago ahora: si el "fatalismo" es la "necesidad de", sólo se sale de él cada vez que conquistamos un pedazo del territorio de utopía, y avanzamos.