lunes, septiembre 11, 2006

Te recuerdo, Amanda


Ahora tendrá unos cuarenta años, pero cuando era solo una niña su padre decidió llamar así a la protagonista de una de sus canciones más famosas. En estos días se cumpliran 33 años de su muerte, y desde aquí me gustaría dedicar unas líneas a recordar la caída de la demomcracia en Chile, porque el 11-S no solo es de Estados Unidos.
Victor Jara se erigió como uno de los iconos del mandato de Allende y por tanto fue víctima de los terribles sucesos que ocurrieron en el Estadio Nacional de Santiago. Solo quería tener el derecho de vivir en paz, conseguir que en las poblaciones no exitieran los niños Lupines, ni yunteros, y que los negritos duermieran tranquilos en sus casitas celestitas del barrio alto mientras sus mamás iban a trabajar.
Pero en vez de esto los militares y la derecha (ayudados por los que se creen los amos del mundo) crearon un caos primero, y un estado de terror después que llevo a las fosas a miles de chilenos, entre ellos a Victor Jara, que no contentos con matarle, le torturaron en una de las salas del Estadio Nacional donde tantas veces había cantado.
Aqui os dejo la última canción que escribió en los dias que estuvo encerrado en el estadio.


"Somos cinco mil aquí,
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror, locura!
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Un muerto, uno golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija en la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes
con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe
un número que no progresa,
que lentamente querrá más la muerte.
Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
lleno de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Que griten esta ignonimia!
Somos diez mil manos menos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, qué mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo,
como el que muero, espanto
de verme entre tantos y tantos
momentos de infinito
en que el silencio y el grito son las metas
de este canto.
Lo que nunca vi,
lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento..."

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