viernes, octubre 31, 2008
El artista del alambre
Y la rutina nos envuelve de nuevo, otra vez pacientes, tratamientos y lidiar con familiares que una vez más conseguirán ponernos entre la espada y la pared. Y como no, volver a mi recién estrenada sensación de impotencia, de no poder llegar a más, de que la tela que entretejemos es tan burda que la enfermedad siempre es capaz de encontrar los poros por los que escaparse, para luego conseguir que la muerte nos gane siempre la partida. Como me dice siempre unos de mis “mayores”, la primero es tener humildad, supongo que se refiere a que llevamos siempre las de perder, y que debo acostumbrarme cuanto antes a esas sensación, que no por habitual dejará de disgustarme. Así que, como funambulistas, nos movemos sobre un fino cable, teniendo siempre presente que a los lados nos espera el más insondable de los vacíos.
lunes, julio 28, 2008
Testamento vital
lunes, julio 07, 2008
Juegos de azar
La cosa va de libros otra vez. Ya comenté que volvía a mis mejores tiempos lectores, donde la noche, el calor de la cama en verano y la verde brisa que entra, acompañada por los mejores aromas a tierra recién regada, sirven de atril para las lecturas de verano.
Cuatro días de enero de Jordi Sierra i Fabra, un título sugerente, que me atrajo en una de las librerías/quioscos de los aeropuertos, y me imantó aún más cuando descubrí que su autor había sido uno de mis clásicos de la última infancia. Por fin una novela para adultos (sin pensar mal, eh?), ambientada en la Barcelona víspera de la ocupación “rebelde” durante la Guerra Civil española. Ésta, sí que es una trama bien tejida, que te atrapa con el paso de las páginas y te envuelve en la atmósfera del final de la contienda, cuando todo se daba ya por perdido, y la rutina que imponía el día a día era la única balsa posible durante esos días de crónica de una muerte anunciada.
Y como si de un designio del destino se tratara, una sincronía cerró el círculo. Tarde de visita cultural (para demostrar que la vida sigue entre guardia y guardia), con destino al Museo Reina Sofía para ver que encontramos. Primero, la exposición almas y máquinas, una mezcla de arte y robótica que fascina al visitante con su interactividad. Luego, el obligado paso por el Guernika, donde quedé sorprendida por su nueva sala, en la que el cuadro se rodea de su contexto histórico-político, y junto a él podemos disfrutar de una maqueta del pabellón de la Expo de París en 1937, un par de documentales sobre la época, y como no una selección de fotos de Robert Capa. Y ahí me encontré con la sorpresa, como por arte de magia me detuve ante la imagen de una mujer corriendo con un perrillo con aire de juguetón, que te hace dudar de si disfrutaban de los pocos momentos de normalidad, que se vivieron en las ciudades durante la guerra, o de si huyen a esconderse por la amenaza de un bombardeo inminente. Pasaron unos segundos, luego me di cuenta que ahí residía la belleza de la foto y que, además era la portada de mi libro.
miércoles, julio 02, 2008
Pero dejadme, ay, que yo prefiera la hoguera
Es un asunto muy delicado
el de la pena capital,
porque además del condenado,
juega el gusto de cada cual.
Empalamiento, lapidamiento,
inmersión, crucifixión,
desuello, descuartizamiento,
todas son dignas de admiración.
Javier Krahe
Tras un año de sequía literaria he retomado la lectura, y debido al atraso de novedades que pueblan la biblioteca, he tenido que leer ciertas obras que han despertado mi lado más crítico.
Hace un par de semanas terminé El juego del Ángel, de Carlos Ruiz Zafón, 300 páginas que urden (por decir algo) una trama pseudopoliciaca. El resultado: 0 puntos. Lo único que salvo es la cuña radiofónica, en la que leen el fragmento dedicado a la Biblioteca donde se guardan los libros olvidados. Este pasaje, un espléndida idea, que la describe casi de forma cinematográfica, está desalabazado del argumento, en la que además nada tiene sentido y no se entiende la motivación que mueve a los personajes. Creo que intenta tener un trasfondo filosófico que no llega a desarrollar/explicar al final del libro. Para mi nada que ver con La sombra del viento, y, sin duda, un autor que estará el destierro de mi lista de pendientes durante un tiempo. O como haría Vazquez-Montalbán, este ejemplar alimentaría la hoguera de alguna fría noche.
domingo, junio 29, 2008
Principio de incertidumbre
también busco una cinta para atar el tiempo,
también arrastro conmigo una cadena de sueños.
De vuelta al ruedo. Ha pasado un año, y tantas, tantas cosas..., que hemos llegado a R-2.....D2!!!!!
Hace mucho que abandoné la sana tarea de escribir y, jeje, la mala costumbre de publicarlo en este blog. Pero empujada por diversas motivaciones (que explicarlas aqui sería algo cansino), he regresado a la playa después de luchar con las tormentas (y tormentos) que han ocupado los días de mi recién estrenada profesión.
Y es que el desembarco en el mundo laboral ha sido duro: primeros pacientes, primeros compañeros, primeras guardias y, como no, sus primeros salientes, primeros tactos, familiares, tratamientos, cenas de servicio, etc. Muchos estrenos en muchas cosas que hacen que cada día sea único, intenso, estresante e inmensamente gratificante.
Poco a poco, las semanas se han hecho meses, y sin querelo, los 12 meses se han convertido en el primer año como residente. Desde aquí, aunque parezca que todavía me encuentro al comienzo siento que esto se acaba, que en realidad se trata de un cuanta atrás, larga, muy larga, pero en la que cada día ponemos una rayita en un calendario que irremediablemente tiene las hojas contadas.
Y como no, una parte importante de la residencia son las despedidas. Cada poco, cambiar de sitio, de compañeros, de costumbres, intentar echar el vuelo con el mayor equipaje posible. Luego aterrizar en el nuevo destino, tratando de conservar la mayor parte de la carga (aunque siempre se queda algo, o mucho, de lo aprendido por el camino), a empezar de cero, y sin duda, tan desubicada como la primera vez. Para que cuando se acumulen muchos días tachados en el calendario, tengas que preparate para una nueva despedida. Al acabar cada rotación siempre queda un poso de tristeza, de melancolía, en ocasiones pequeño, pero en otras, es tan grande que crees que la taza acabará llena antes de tiempo. Espero que el sabor de boca que me ha dejado este primer año se repita en los sucesivos y que los posos sean cada vez mayores, hasta que colmen la taza al final del camino.
Hasta la próxima (que espero que esta vez sea antes)